Se llamaba Mishima Yukio

El 25 de noviembre de 1970, el famoso escritor se suicidó de una forma espectacular. Recorremos sus últimos años.


En el barrio de Jimbôchô, en Tokio, famoso por sus librerías de segunda mano, se pueden encontrar algunas rarezas como esta funda de disco. / Eric Rechsteiner para Zoom Japón.

El 25 de noviembre de 1970, el famoso escritor se suicidó de forma espectacular. Recorremos sus últimos años.
La vida de Mishima Yukio se puede dividir en dos periodos, ambos caracterizados por la violencia, la muerte y los disturbios políticos. Nosotros vamos a concentrarnos en la segunda mitad de su vida, en particular en sus últimos diez años, y en su relación con los movimientos más conservadores.

Aunque la agitación de los años sesenta se asocia generalmente a las manifestaciones estudiantiles de izquierda y a las huelgas obreras, igualmente Japón en ese momento era un enjambre de grupos ultra nacionalistas.

Un informe de la policía de 1956 censó 95 grupos de extrema derecha, contabilizando un total de 67 000 miembros. La movilización contra la renovación del Tratado de Seguridad Japón-Estados Unidos en 1960 fue el catalizador de la formación de nuevos grupos, si bien en 1962 había censados ya 400, con 100 000 miembros. Los biógrafos y los comentaristas están de acuerdo en afirmar que 1960 fue un año crucial en la vida del escritor, ya que supuso un antes y un después en su carrera, marcada por su obsesión por la manifestación contra el Tratado de Seguridad Japón-Estados Unidos. Aunque él nunca participó, siguió con fervor la cobertura mediática de las confrontaciones cotidianas entre los manifestantes, la policía y los grupos de extrema derecha reforzados por los yakuza. Fue tan lejos en su obsesión como para conservar los recortes de prensa.

En ese momento, Mishima Yukio, adorado por los medios, era un escritor célebre que había sido galardonado con el premio Nobel de literatura. Sin embargo, nunca había escrito nada específicamente político hasta junio de 1960, cuando uno de los principales periódicos nacionales, el Mainichi Shimbun, publica un artículo en el que elogiaba la agitación nacionalista, como un ejemplo de la manera en la que los japoneses deberían rechazar el control americano del país.

Este trabajo inaugura una nueva fase de su vida en la que expresa su visión conservadora política y el estado de la sociedad japonesa. El punto álgido será la publicación en diciembre de 1960, de la novela Patriotismo (Yûkoku in Dojoji y otras novelas, trad. del inglés por Dominique Aury, Gallimard, coll. Folio, 2002). Según Nick Kapur, autor de Japan at the Crossroads: Conflict and Compromise after Anpo (Harvard University Press, 2018, inédito en español), estos acontecimientos “despertaron en el él una comprensión de la potencia del espectáculo que se convertirá en un fuerza motriz en futuros escritos y en su comportamiento público en el siguiente decenio, hasta su espectacular muerte, el 25 de noviembre de 1970”.

La derecha japonesa llegó a esta misma conclusión parando repentinamente de teorizar y pasando a la acción con una serie de ataques violentos contra militares y políticos de izquierda. El 17 de junio de 1960, por ejemplo, Kawakami Jôtarô, uno de los líderes de la oposición, es herido en un ataque con un cuchillo y el 12 de octubre, el presidente del partido socialista, Asanuma Inejirô, fue apuñalado hasta la muerte durante un debate electoral en la televisión nacional por Yamaguchi Otoya, un joven de 17 años. Hay que destacar que después de su arresto, éste se ahorcó tras haber escrito en el muro de su celda “Shichisei hôkoku” (Todas las veces que vuelva a este país, daré la vida por él), que fueron las famosas últimas palabras de un samurái de la Edad Media. La misma consigna figuraba sobre el pañuelo de Mishima cuando se suicidó.

“En esta época, sus ideas le llevaron a pelearse con sus antiguos colaboradores del teatro, los Bungaku-za, con motivo de su pieza Yorokobi no koto (El arpa de la alegría, 1964), que trataba sobre un complot terrorista y la infiltración en la policía de un comunista radical. Numerosos miembros de la compañía eran simpatizantes de la China maoísta y se negaron a montar la pieza sin ajustes. Disgustado por lo que consideraba un constreñimiento de su libertad de expresión, cortó definitivamente los lazos con el grupo”, explica su biógrafo Damian Flanagan (Yukio Mishima, coll. Critical lives, ed. Reaktion Books, 2015, inédito en Francia). Todavía más sorprendente, es que sus relaciones con los grupos ultra-nacionalistas no eran nada sencillas. “En su novela de 1960, Después del banquete (Utage no ato, trad. Gaston Renondeau, Gallimard, coll. Folio, 1979), pintó un retrato poco halagador de un hombre de política de derechas. Su vida privada fue desde entonces sometida a un continuo escrutinio, lo que le resultó emocionalmente agotador. Durante esa época, se pelea con otros artistas de su clan literario, Hachi no kikai [El cículo del árbol en maceta] cuando el escritor Yoshida Ken’ichi, hijo del antiguo primer ministro Yoshida Shigeru, no le apoya en la controversia generada por su novela”, añade.

En la primavera de 1961, Mishima Yukio es objeto de amenazas de muerte por parte de la extrema derecha. Todo comenzó el otoño anterior, cuando la revista mensual Chûô Kôron publicó Fûryû mutan [Un sueño elegante] de Fukazawa Shichirô, publicó una sátira histórica que evocaba una revolución de izquierdas que terminaba con la decapitación de la familia imperial.

El 25 de noviembre de 1970, antes de suicidarse de forma ritual, el escritor se dirigió a los militares. / CC BY-SA 3.0 NL

La reacción de los grupos ultra-nacionalistas fue tal, que no solamente el autor sino también otros numerosos escritores y críticos de izquierdas que habían tomado partido por él, tuvieron que ocultarse. En cuanto a Michima, recibió amenazas de muerte cuando se difundió un rumor sobre su intervención personal a favor de la publicación de la noticia. En los días siguientes, grupos de maleantes comenzaron a merodear por su casa; se dice que el escritor patrulló su jardín todas las noches durante semanas, armado de un sable de samurái, para protegerse.

“Para mucha gente menos importante, todas estas historias habrían sido demoledoras, pero Mishima Yukio continuó experimentando ingeniosamente nuevas formas literarias. Lo que más me conmueve de su último periodo de vida, es su ética de trabajo implacable. No solo crea su obra maestra de alta literatura, El Mar de Fertilidad (Hôjô no umi, traducida del inglés por Tanguy Kenec’hdu, Gallimard, coll. Quatro, 2007) sino también piezas fascinantes – al estilo occidental y kabuki – así como novelas psicodélicas como [Una vida a vender] (Inochi urimasu, trad. Dominique Palmé, Gallimard, coll. Du monde entier, 2020), también un torrente interminable de comentarios culturales e históricos, críticas literarias y novelas dirigidas al público femenino. Su productividad fue absolutamente admirable hasta el último día”, continúa Damian Flanagan.

El escritor dijo un día: “Estoy seguro de que mis actos son más difíciles de comprender que mis novelas. Es por lo que algunos separan su literatura de su pensamientos y acciones políticas.” Su biógrafo estima que todas sus obras literarias son independientes, concebidas alrededor de una densa mezcla de influencias que van desde las tragedias griegas a las romanas de la época Heian (794-1185) pasando por ésta de Raymond Radiguet y George Bataille, lo que significa que se podrá discutir su relación con la literatura y las ideas del mundo entero. “Sin embargo, es igualmente verdad que era un individuo fascinante y que su vida era tan evolutiva y dramática, que inevitablemente cada una de sus obras literarias es una especie de puzle. Por supuesto, que había más de “un” Mishima., siempre en constante evolución como pensador y persona, aparentemente sin interés por la política antes de dar su vida por sus nuevas convicciones políticas en 1970. Era un hombre extremadamente complejo y había manifestado esta personalidad de tantas maneras diferentes que no tuvo finalmente manera de ir al fondo de sus libros o su vida”, estima Damian Flanagan.

Según él, siempre existe una conexión en las obras del autor entre la política, la estética y las cuestiones existenciales. “En sus primeras obras, en los años 50, las ideas políticas son más latentes, sugeridas más que abiertamente expresadas, Las ideas sobre la belleza y la identidad, ocupan un lugar central. En El Pabellón de oro (Kinkaku-ji, trad. Marc Mécréant, Gallimard, coll. Folio, 1975), por ejemplo, se puede ver el templo como una visión trascendental e indestructible de la belleza, pero también se puede leer políticamente como un símbolo del emperador mismo, como cualquier cosa elemental, sagrada e indestructible de la cultura japonesa. Cuando todos los personajes de la casa de Kioto atraviesan crisis existenciales, buscando confirmar su identidad por diferentes medios: fantasmas sado-masoquistas, por el arte por la política de derecha. El propio Mishima, en ese momento, estaba mucho más interesado por la estética que por la política en sí. En su novela de 1961, Patriotismo, el telón de fondo es el fracaso de los jóvenes oficiales de la armada en febrero de 1936, que querían disipar los nubarrones – los políticos y los industriales corruptos – que oscurecían la luz del sol imperial. Por tanto, no era el contexto político lo que le interesaba: se trataba simplemente de un medio para meter en escena un número de sexo y suicido estilizado”, analiza su biógrafo.

“Él quería alcanzar este fin dramático y magnífico para él mismo y se iba dando cada vez más cuenta de que necesitaba de la política para dar a su fin cierto poder y un sentido. Su último día fue más una obra de teatro cuidadosamente puesta en escena, que una tentativa de golpe de Estado. Eso no quiere decir, por supuesto, que la situación política de los años precedentes que le habían convertido en un militante de derechas, no tuviera ninguna significación. Una vez que se dio cuenta de la necesidad de terminar de una manera tan extraordinaria, se lanzó con el corazón al análisis de cuestiones políticas”.

El fin de los años 60 estuvo marcado por la guerra de Vietnam, la Revolución cultural de China y la agitación de los estudiantes del mundo entero. Había un sentimiento palpable de turbación social y política, un sentimiento real de que las instituciones de siempre ya no eran viables y de que un nuevo mundo – bueno o malo – estaba a punto de nacer. “Mishima se sitúa en medio de esta vorágine, soñando ser abatido por insurgentes comunistas en el entorno de una guardia pretoriana defendiendo al emperador, todo imaginando en una novela como Caballos Escapados (¿Honba? en Mar de Fertilidad, trad. Del inglés por Tanguy Kenec’hdu, Gallimard, coll. Folio, 1980) lo que habría sentido un extremista de derecha en los años 30. Comenzó a imitar conscientemente a los oficiales insurgentes de la rebelión de febrero de 1936. El escritor sueña con morir en los disturbios de octubre de 1960 contra la guerra de Vietnam, sintiendo una gran decepción cuando estos fueron fácilmente neutralizados por la policía, lo que le fuerza a encontrar otra estratagema para organizar su propia muerte. Y por tanto, durante todo ese tiempo, puede liberarse de los tumultos políticos y escribir obras no políticas”, señala Damian Flanagan.

Su patriotismo toma un nuevo rumbo cuando reúne entre 80 y 100 estudiantes de derechas y forma su propia milicia privada. Al principio, se llamaba Armada de defensa nacional, pero después cambió el nombre por el de Tate no Kai (La sociedad del escudo). Su objetivo reconocido era el de oponerse al comunismo, mantener el espíritu nacional y defender al emperador. “He buscado particularmente a los estudiantes de las universidades donde hay un conflicto o traumatismo”, declaró el escritor en una entrevista en un inglés bastante bueno. “Una minoría de estudiantes que no se podían implicar en el movimiento de izquierda, se sentía aislada. De cierta manera, tenían fe en el propio Japón y en el espíritu japonés, pero el movimiento estudiantil de izquierdas les había relegado completamente. (redondance) La sociedad del escudo estaba a menudo en los medios de comunicación, siendo presentado como un grupo de jóvenes soldados vestidos de uniforme de botones. Mishima había gastado una pequeña fortuna en estos uniformes, concebidos especialmente por Igarashi Tsukumo que los había diseñado para el general De Gaulle”, recuerda su biógrafo.

Su milicia tenía incluso su propio himno:
Los jóvenes guerreros samuráis se han levantado y viven su renacimiento
La luz del alba brilla sobre nuestras mejillas
Rojo como el sol naciente sobre nuestra bandera de la gran verdad
Marchad con coraje Tate no Kai

Puede que este grupo fuera ridiculizado por los medios de comunicación y la opinión pública, pero una gran parte de las instituciones políticas y militares les tenían simpatía. “Numerosos políticos y miembros del gobierno pertenecientes al Partido liberal-demócrata se reunieron con él y su milicia. Él propiamente fue animado discretamente por funcionarios de alto rango a presentarse a las elecciones”, recuerda Damian Flanagan. Entre las personalidades con las que se reunió estaba Nakasone Yasuhiro, quien se convirtió en ministro de defensa en 1970 y primer ministro en 1982. También se reunió con Satô Eisaku, que era entonces el jefe del gobierno. Obtuvo el apoyo de estos dos hombres.

Portada de una antigua edición de Tumulto de las olas (Shiosai, 1954), décima novela del escritor. / / Eric Rechsteiner para Zoom Japón

Nakasone le presenta a un oficial superior de las fuerzas armadas y Satô, cosa increíble, le dio dinero proveniente de hombres de negocios de derechas. Finalmente, Mishima se peleó con el primero porque quería que Japón poseyera la bomba nuclear mientras que Nakasone no quería ir tan lejos. Entre tanto, los militares japoneses recibieron la Tate no Kai con los brazos abiertos, lo que les permitió entrenarse a menudo junto con las fuerzas regulares. “En efecto, el día de su muerte, una pequeña delegación de cinco hombres de la Tate no Kai pudo tomar un general como rehén en el cuartel general de las fuerzas de auto defensa, porque Mishima se las arregló para reunirse en su oficina para presentar algunos reclutas prometedores de la Tate No Kai” cuenta su biógrafo.

“Sin manifestaciones en la calle, sin pancartas, sin cócteles Molotov sin conferencias, sin lanzamientos de piedra. Hasta el último momento rechazamos involucrarnos en la acción porque somos la armada menos armada y más espiritual del mundo. Ciertas personas se mofan de nosotros llamándonos pequeños soldados. Ya veremos”, declaró Mishima en relación a su milicia.

Finalmente, el día de su muerte, las fuerzas de auto defensa, que se habían reunido para escuchar su discurso, se mofaron sin piedad del escritor, algo que el resto del país intentó olvidar durante muchos años. Sin embargo, según Damian Flanagan, siempre quedará como uno de los genios de la literatura japonesa moderna teniendo aún una fuerte conexión con la juventud actual. “A lo largo de los 150 años que transcurren tras la entrada de Japón en el mundo moderno, con la restauración Meji en 1968, dos escritores con una capacidad natural excepcional se han distinguido especialmente:

Natsume Sôseki y Mishima Yukio. Si tuvierais que leer únicamente dos escritores japoneses, serían, sin duda, éstos. Diferentes en la superficie, su tema de fondo es el mismo: el traumático compromiso de Japón en la modernidad”, afirma.

“Casi todos los escritores japoneses de este largo periodo de modernidad se han inspirado en él de una u otra forma. Por ejemplo, yo escribí en su momento que incluso un escritor como Murakami Haruki – que dice “casi no haber leído a Mishima”- ha sido, de hecho, profundamente influenciado por él. No porque haya copiado su estilo, sino precisamente porque ha ido en el otro sentido. Así, el japonés magníficamente estilizado y bello de Mishima ha provocado que Murakami escribiera en una prosa fuertemente influenciada por los Americanos.

Donde quiera que mires en las primeras novelas de Murakami, puedes sentir la presencia inminente de Mishima: es como “un elefante en la habitación”. Visto hoy, son verdaderamente Natsume y Mishima los más relevantes, siendo los dos escritores que animan a las nuevas generaciones, no solamente en Japón sino en el mundo entero, a los que hay que a continuar leyendo y explorando ”, concluye.

Mario Battaglia