Araki Masahiro, que lleva en la empresa desde 1983, está orgulloso de este legado. A lo largo de su carrera no ha dejado de defender la libertad de información y contar una realidad a veces molesta para los dirigentes políticos y las empresas locales. Su experiencia a la cabeza del periódico Minamata, pequeña ciudad portuaria a unos 70 kilómetros al sur de Kumamoto, ha fortalecido su voluntad de mantener esta tradición. La trágica historia de Minamata está íntimamente ligada al Kumamoto Nichinichi Shimbun. Es el símbolo del desarrollo económico japonés del periodo después de la guerra, el cual se produce al margen del respeto por el medio ambiente y la población local. Hoy, todo el mundo conoce la “enfermedad de Minamata” (Minamatabyô), pero cuando la primera vez, el 1 de agosto de 1954, el periódico hizo referencia al aumento impresionante del número de ratones tras la muerte “curiosa y masiva” de gatos en esta aldea de pescadores, nadie se podía imaginar que se convertiría en uno de los escándalos más sonoros de la historia contemporánea del país. El Kumanichi se erigió como una de sus puntas de lanza. Poco menos de dos años más tarde, la “extraña enfermedad” (kibyô) que había golpeado a los gatos se extiende a los seres humanos, pero hay que esperar a septiembre de 1968 para que las autoridades reconociesen que se trataba de un mal ligado a la contaminación (kôgaibyô), en particular al derramamiento de mercurio en el mar por la empresa química Chisso.
La publicación de una serie de 23 artículos en el periódico en abril de 1968 titulada “Se llama enfermedad de Minamata” (Minamatabyô to yobu), supuso un verdadero giro en la medida en que puso en evidencia las responsabilidades de unos y otros, pero también porque visibilizó el derecho de las víctimas a vivir en un país en el que las discriminaciones están a la orden del día. Al igual que las víctimas de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, los habitantes de Minamata se convirtieron en parias cuando muchos de ellos empezaron a sufrir el terrible mal.
Araki Masahiro habla hoy de una “misión” (shimei) del periódico con una población que se quería dejar al margen. “No podíamos pasar página tan fácilmente, Y, además, el asunto no está completamente resuelto”, explica.
El jefe de redacción dice que esto contribuyó a dar su propio estilo al Kumamoto Nichinichi Shimbun y que hoy el nivel de exigencia es muy alto por parte de los lectores. “Todavía queda mucho que hacer”, añade. Pero estas palabras no son una muestra ni mucho menos de cansancio. Al contrario, se trata de poner de relieve el rol primordial del periódico regional respecto a los periódicos nacionales. “Nosotros damos otra dimensión a las cuestiones globales. Por ejemplo, cuando se puso sobre la mesa la cuestión del tratado de libre comercio TPP (Acuerdo TransPacífico), nosotros la abordamos desde una perspectiva local, preguntándonos cuáles serían las consecuencias para nuestra prefectura. Es esto lo que nos distingue de los grandes periódicos nacionales. Defendemos un enfoque de la actualidad muy local”, continúa. “Mi trabajo, como el de todos los responsables del periódico, consiste en determinar lo que nos parece más pertinente para nuestros lectores para que puedan tener acceso a las informaciones que les son útiles en su vida cotidiana. Si hiciéramos una jerarquización, lo local tendría prioridad sobre el resto”.