Un anciano de 300 000 años, el volcán más activo de Japón es el único al que está permitido acercarse a pesar de los gases tóxicos emitidos a diferentes grados según los días. “¡Se recomienda que las personas que sufren de asma o problemas respiratorios no se aproximen al borde del cráter!” anuncian los altavoces en tres idiomas. “El teleférico que lleva al cráter siempre está fuera de servicio”, nos avisa Yui dirigiéndose al peaje. La afluencia turística se ha reducido considerablemente después del seísmo que golpeó Kumamoto en abril de 2016, causando pocas vidas humanas pero sí importantes daños materiales. El empleado nos vuelve a preguntar si tenemos buena salud, y nos da un folleto que se parece más a una advertencia en caso de emergencia que a una guía turística. “¡¡Peligro!! ¡¡Emisión de gas volcánico!!” se puede ver escrito en un mapa con explicaciones sobre los síntomas en caso de inhalación de dióxido de azufre o sulfuro de hidrógeno. “Hoy, el volcán está particularmente activo”, explica Yui observando la ausencia de paseantes que habitualmente ocupan los senderos para llegar al cráter. Algunos minutos más tarde, aparcamos en un parking cerca de varias barreras derribadas por el terremoto. El aire fuertemente impregnado de gas y la presencia de bunkers dan al lugar un ambiente realmente infernal.
Dios protector de catástrofes, el monte Aso ha conocido más de 160 erupciones desde el año 533, su primera cólera documentada en Japón. Es uno de los 110 volcanes más activos de Japón. En el borde del cráter gigante de 600 m de diámetro, una espesa masa de humo danza con el viento. El lago que está por debajo es completamente invisible. “Basta con que el viento cambie de dirección para darse cuenta”, confirma un guardia protegido con una máscara que incita a los visitantes a ser pacientes. Este empleado del parque nacional se turna cada hora con otros tres guardias dependiendo del gas tóxico.
A su lado, un vendedor intenta atraer la atención de algunos turistas chinos: “¡Venid a comprar azufre de Nakadake! ¡Es un repelente muy eficaz contras las serpientes, las hormigas, los topos e incluso los cobardes!”, exclama mostrando su puesto cubierto del mineral amarillo. “Deberíais haber visto las piedras lanzadas por la erupción hace dos años, pesaban por los menos 35 toneladas ”, dice el guardia.