Y estos nuevos habitantes ¿son jóvenes?
Y. H.: No tenemos todavía estadísticas fiables al respecto, pero si miramos varios casos en particular, se puede constatar que, en efecto, se trata de personas más bien jóvenes que buscan formar parte activa de la vida de la comunidad. Es el caso, por ejemplo, en Onomichi.
Esta ciudad media con cerca de 100 000 habitantes tiene una larga historia y viejas tradiciones. Dispone de numerosos edificios viejos que estaban a punto de ser abandonados por su antigüedad, pero sobre todo por su falta de comodidad. Pues bien, desde hace algún tiempo hemos asistido a una rehabilitación de estos edificios por jóvenes emprendedores que han venido a instalarse en la ciudad. Algunos han sido transformados en tiendas o en hostales, dando una nueva vida a barrios que amenazaban con desaparecer. Este fenómeno va en aumento y permite la revitalización de ciudades con una población envejecida. Lo encontramos igualmente en ciertas islas del Mar Interior. Jóvenes que se instalan e intentan revitalizar la vida de comunidades en declive. Nuestro rol, a nivel de gobierno local, es apoyar todas estas iniciativas. Hemos activado numerosas medidas en este sentido.
¿Se trata de disposiciones locales?
Y. H.: No. Nosotros nos enfocamos sobre todo en el acompañamiento y la promoción. En este sentido, hemos puesto en marcha una red que facilita los contactos entre las personas que desean instalarse en nuestra región y las comunidades susceptibles de acogerles. Es un trabajo esencial porque permite crear las condiciones idóneas para que la gente se establezca con carácter permanente. Nos enfocamos también en la formación para ayudar a los que van a instalarse a tomar la decisión adecuada sobre su actividad. Además, este año vamos a comenzar una gran campaña de información en toda la prefectura para sensibilizar a la población sobre el tema de la dinamización de zonas rurales. Intentamos conocer las diferentes iniciativas tomadas por los recién venidos para crear un círculo virtual. Su ejemplo y su exitosa instalación generan interés y podrían animar a otras personas a seguir sus pasos.
¿Tendría otro ejemplo?
Y. H.: Pienso en la ciudad de Joge que se encuentra en medio de la nada (risas). En el pasado, conoció una gran prosperidad porque se encontraba en la carretera que ligaba el puerto de Onomichi a las minas de plata situadas un poco más lejos. La ciudad benefició de esta actividad minera hasta el cierre de los últimos filones. En consecuencia, la ciudad entró en una fase de declive, una gran parte de sus habitantes se fueron y los que se quedaron se anquilosaron. Hoy, la situación de Joge ha ido a mejor con la recuperación de ciertas actividades por personas más jóvenes que desarrollan trabajos ligados al sector del turismo. La ciudad recupera su credibilidad y finalmente los tokiotas manifiestan un real interés por ella. Es reconfortante.
Con esta evolución se puede ser muy optimista con respecto al porvenir…
Y. H.: Sí, por supuesto, pero no es menos cierto que tenemos que enfrentarnos a numerosos problemas. Uno de los más importantes concierne al apoyo a las pequeñas ciudades y a las zonas rurales. Es un tema muy importante, pero un desafío también muy difícil de ganar. Durante mucho tiempo, como se ha hecho en el resto del país, hemos creído que hacía falta emprender reformas en estos lugares como en las grandes ciudades, dotándoles infraestructuras de todo tipo, pero eso no impide el éxodo hacia los centros urbanos. En definitiva, no hay manera de detener a los que quieren irse a vivir a una gran ciudad, ni siquiera la construcción de un centro cultural local. Esta constatación ha hecho cambiar nuestro enfoque y modificar nuestras prioridades. Ahora preferimos ponernos al servicio de aquellos interesados en vivir en lugares que disponen de una rica historia, de una naturaleza agradable y de una calidad de vida excepcional. Hemos decidido buscar a estas personas animadas por el deseo de instalarse en zonas que responden a sus intereses. Somos de alguna forma una especie de agencia matrimonial que facilita los encuentros de dos destinos y cuyo objetivo último es hacer a la gente feliz. Pero una vez más, no se trata de transformar estos lugares en sitios que se parecen a las ciudades ordinarias, porque no es eso lo que la gente busca. Así encaramos la revitalización de las zonas rurales.