El éxito de Otafuku ha sido tan absoluto que cada día se embotellan 250 000 unidades. Hay por tanto intereses económicos muy importantes detrás del okonomiyaki. Tan cierto como que la empresa no ha parado de promover este plato originario de Hiroshima.
En 2008, la empresa abre el Museo del Okonomiyaki (7-4-5 Shoko Center, Nishi-ku, Hiroshima 733-0833, 1 000 yenes), concebido por el arquitecto Sambuichi Hiroshi, que le dio una forma ovalada que recuerda la Cúpula de la bomba A, vestigio del bombardeo atómico del 6 agosto de 1945. Además de descubrir la historia de este plato, también se puede aprender a cocinar in situ gracias a cursos de iniciación que conviene reservar con antelación. Después de la visita, será difícil no dejarse tentar por un pequeño tour por el restaurante y degustar un okonomiyaki preparado por un profesional según las reglas del arte. Cada restaurante especializado en okonomiyaki propone variaciones y atmósferas diferentes. Tampoco hay que creer que el okonomiyaki es un vulgar crepe coronado por repollo o fideos salteados y realzados con una buena camada de salsa marrón.
Pero Hiroshima no se limita a este plato que ha conquistado el resto del archipiélago. La otra referencia local es la ostra. Se pueden encontrar en otras regiones como en Tohoku, en el noreste del archipiélago, pero las ostras de Hiroshima son las más famosas. Se preparan de múltiples maneras, lo que permite al apreciador de marisco disfrutar de diferentes sabores. En la isla de Miyajima, hermanada con el Mont Saint-Michel, se hacen a la parrilla o se comen frescas con un hilo de vinagre. En Hiroshima, algunos establecimientos proponen el kaki no dotenabe, una cazuela de ostras con miso, muy sabrosa. Imposible contar todos los restaurantes especializados, pero si hubiera que aconsejar uno, el Toyomarusuisan (Man reed building 2F, 7-24, Hondori, Naka-ku, Hiroshima, 730-0035, abierto todos los días a partir de 16h) figuraría a la cabeza de la lista. Encontramos no solamente un ambiente de izakaya de lo más agradable, sino que el chef sabe realmente valorizar las ostras. Desde el kaki nabe (guiso de ostras) al kaki to shiro hamaguri no gangan mushi (ostras y almejas estofadas al sake) pasando por el clásico kaki furai (ostras empanadas), cada plato, preparado con mucho cuidado, es una oda a este marisco, que constituye una de las riquezas de la ciudad portuaria.
La proximidad del Mar Interior explica porqué los productos marinos ocupan un lugar central en la alimentación local. En Mihara, puerto situado entre Hiroshima y Onomichi, se rinde tributo al pulpo (tako en japonés). A unos 30 minutos de tren de Hiroshima, sería un error no pasarse por aquí para degustar este pulpo, del que se dice tiene una textura única. Incluso el viajero que llega aquí por casualidad comprenderá muy rápidamente que el pulpo es el símbolo de Mihara. Estatuas, banderas y numerosos elementos de decoración lo ponen de relieve desde el momento en que se baja del tren. Se puede, por supuesto, degustar el pulpo a la manera clásica en forma de sashimi o tempura, pero Mihara se distingue por ciertas preparaciones que justifican hacer un viaje hasta aquí. Encontrarás los famosos tako pue (pastel relleno de pulpo) y el takosen (galleta de arroz con pulpo) que fabrica y comercializa la tienda Ebisuya
(1-6-2, Shiromachi, Mihara 723-0014, de 8h a 19h30) situada a unos cien metros de la estación. El pulpo es una excelente idea para llevar como regalo a Europa. Desde luego estos productos contrastan con los kit kat de té verde que todo buen turista se lleva de Japón.
Todas las buenas cosas que se pueden probar en la región de Hiroshima no siempre son ideales para transportar. Es el caso, en particular, del ramen, fideos con caldo de Onomichi. La ciudad, que el cineasta Ozu Yasujiro hizo famosa gracias a su película Viaje a Tokio (Tokyo Monogatari, 1953), debe también su notoriedad a este plato. No muchas ciudades de Japón han conseguido asociar su nombre con los dioses. Uno de los lugares más concurridos para comerlos se llama Shukaen (4-12 Toyohi Motomachi, Onomichi 722-0034, de 11h a 19h, cerrado el jueves y el tercer miércoles del mes). Para degustar los fideos de Shu-san, como los habitantes han bautizado afectuosamente este restaurante, habrá que tener paciencia ya que no es raro encontrar una gran cola de espera delante de la puerta. Los más impacientes o hambrientos encontrarán en la ciudad otros establecimientos igual de buenos pero menos cargados de historia que el Shukaen que celebra este año sus 70 años de existencia.