Para descubrir las raíces de esta popular disciplina lo mejor es visitar el oeste de Japón.
Son casi las 18:30 en la aldea de Goka, en Dogo, la mayor de las islas Oki, en la prefectura de Shimane. Allí, en pleno corazón de la exuberante naturaleza del geoparque reconocido por la Unesco, una veintena de niños de entre 8 y 16 años, vestidos solamente con el mawashi, el cinturón tradicional del sumo, ocupan el dohyô a la hora de la puesta del sol. El ambiente es relajado y el marco excepcional. Durante el día, Fukûra Keiichi es bombero en la isla donde creció. Por la tarde, es entrenador de sumo en hierba. Él mismo comenzó en esta disciplina a la edad de cinco años. “En Okinoshima practicamos el sumo desde la escuela primaria. Es así desde siempre, es un deporte muy popular, sobre todo en nuestra aldea. Entrenamos y después comemos juntos al final de la sesión. Para la mayor parte de los que aquí estamos no es nuestra actividad principal, es un placer, un hobby que nos gusta compartir. También es una manera de enseñar a los niños el respeto y la educación”. A veces se enfrentan en competiciones. “Yo gané algunos títulos cuando era más joven; volví a competir en torneos recientemente, es un verdadero orgullo poder representar a mi comunidad”, sonríe.
Esta noche, los jóvenes se están preparando para el campeonato anual de la isla. Todo el mundo puede participar sin importar la edad. En un edificio colindante al espacio donde entrenan los niños, los adultos se visten con el traje para practicar cuando los más jóvenes terminen. Deliciosos aromas de arroz fresco, verduras y pescado acuden a nuestras fosas nasales: las familias se ocupan de la cocina y preparan los alimentos de todos los luchadores que compartirán su cena una vez que la sesión acabe. Por ahora, los niños saludan y después bajan sus cabezas hacia el torso de sus entrenadores que los animan a hacer los gestos correctos, a realizar el mejor apoyo sobre sus piernas o a colocar bien los brazos. Entre ellos, Nakanishi Kôtaro, de trece años: “Es una disciplina difícil, pero me gusta; me encanta la competición y estoy realmente contento de poder participar en el campeonato. Estaría muy orgulloso de convertirme en el n°1 del distrito”. Entre sus ídolos se encuentra “el yokozuna Kisenosato (que consiguió acceder al grado más elevado en enero pasado. Es el primer japonés en conseguirlo desde 1998, lo que constituye una verdadera proeza): él es íntegro, no cambia, es fiel a sí mismo”. Aunque le guste esta disciplina, Kôtaro no tiene la ambición de convertirse en profesional. “Lo más importante para mí es el entrenamiento, el tiempo que paso con mis compañeros, no quiero ser profesional: más tarde me gustaría ser profesor”.