Nada mejor para recuperar la serenidad que una buena sesión de meditación. El templo Shinsho-ji es el lugar ideal para ello.
En los últimos años, cada vez más personas han descubierto que el mindfulness puede ayudarles de muchas maneras, tanto para concentrarse en el trabajo o en los estudios como para recuperarse de un trauma. Las autoridades sanitarias lo reconocen como un tratamiento eficaz contra el estrés, la depresión, la ansiedad e incluso el dolor.
No resulta sorprendente, por tanto, que un número creciente de visitantes de Japón busque descubrir las raíces zen sobre mindfulness. Para responder a esta demanda, ciertos templos budistas han abierto sus puertas al público, ofreciendo a los visitantes la posibilidad de echar una ojeada a su mundo, en otro tiempo secreto.
En la prefectura de Fukui, el templo de Eihei-ji, por ejemplo, donde Steve Jobs encontró su inspiración, ha desarrollado su propia página web y construido un hotel de lujo en las proximidades para atraer un turismo de alta gama. El Shunko-in en Kioto, donde William Shatner (el Capitán Kirk de Star Trek) hizo una vez una visita, celebra bodas homosexuales y propone igualmente la práctica de la meditación. El templo Shinsho-ji, en medio de colinas cubiertas de bosques fuera de Fukuyama, en la prefectura de Hiroshima, ha ido más lejos cambiando su nombre y convirtiéndose en el Museo y jardín zen de Shinsho-ji. Su objetivo es convertir el universo Zen en “plenamente accesible al público por primera vez, a través de los cinco sentidos.”
Las experiencias zen propuestas a los visitantes de Shinsho-ji cubren todos los aspectos de la vida de un monje en prácticas. Comprende el comer fideos udon acompañados de cinco platos (un festín que se sirve a los monjes los días que terminan por cuatro o nueve), tener el acceso a un gran baño para limpiar el espíritu y el cuerpo, poder disfrutar de un inmenso jardín para la contemplación y del museo de arte zen que dispone de una bella colección permanente de obras de Hakuin. Este monje del siglo XVIII se hizo célebre por preguntar “¿Cuál es el sonido de una sola mano al aplaudir?”, una de las preguntas zen más famosas (koan), concebida para quebrar nuestra forma de pensar racionalmente y conseguir una iluminación intuitiva y rápida.
Pero el Shinsho-ji permite, sobre todo, practicar un zazen auténtico, o meditación sentada, que nos dará una idea clara del verdadero zen. Desde el Shodo (sala de pino), el centro administrativo y de información del templo, un guía nos acompaña a través del magnífico jardín contemplativo, las carpas koi nadan en el lago cuya forma recuerda el carácter chino del espíritu. Por un lado está bordeado de arces y por el otro de cerezos. Cogiendo el encantador puente de madera que cruza el lago, llegamos al Centro internacional de entrenamiento zen, donde un monje, con el cráneo afeitado y vestido con una túnica añil, atiende a los alumnos. Tras quitarnos los zapatos y los calcetines para ponernos unas sandalias de madera, somos invitados a inclinarnos y entrar en la sala con las manos unidas en señal de gratitud.