Situadas a lo largo de Kyûshû, las islas Amakusa han sido uno de los lugares más importantes del cristianismo en Japón.
Situada al sur de Shimoshima, que junto con Kamishima son las dos principales poblaciones de las islas Amakusa, la pequeña aldea de pescadores de Sakitsu encarna la coexistencia pacífica entre las tres religiones dominantes en la región: el budismo, el sintoísmo y el cristianismo. Símbolo de este entendimiento es el shuinchô, cuaderno que se entrega a los fieles y en el que se colocan los sellos de los templos y santuarios donde se va a rezar. A diferencia del resto de los que se encuentran en Japón, éste, que se puede obtener en Sakitsu, es único ya que contiene una tercera pieza con el sello bermellón de la iglesia católica local. La superiora del santuario de Fuôken muestra una amplia sonrisa, porque este documento ilustra la particularidad de este pueblo que fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco a principios del verano de 2018, al mismo tiempo que la Catedral de Oura en Nagasaki y otros sitios relacionados con la persecución de los cristianos a principios del siglo XVII.
Amakusa no escapó de la campaña de erradicación de la religión católica lanzada por el shogunato a partir de 1614. Esta campaña fue más intensa en esta parte del archipiélago dado el número de fieles que había. El misionero portugués Luis de Almeida, que participó activamente en la evangelización de Kyûshû, realizó un gran número de conversiones al final del siglo XVI. Amakusa se convirtió en un centro muy activo gracias al establecimiento del Amakusa Gakuin, o colegio Amakusa, que él fundó y donde gracias a la existencia de una imprenta Gutenberg, se favoreció la difusión de escritos religiosos y literarios. Si a eso añadimos que los misioneros y los fieles originarios de la región de Kioto se refugiaron en Amakusa huyendo de los ataques de los que eran objeto, la región se convirtió en uno de los bastiones más importantes del catolicismo en Japón.