En octubre de 2016, el tumultuoso volcán entró en erupción “explosiva” que se traduce por una elevación del nivel de alerta a 3 en una escala de 5. La inesperada erupción cubrió con un espeso manto de cenizas negras la ciudad de Aso, habitada por 100 000 almas, provocando el terror de sus habitantes. En 2014, el monte Ontake, en el centro del archipiélago, se despertó de manera completamente imprevista causando más de 60 víctimas, la mayor parte de ellas excursionistas, recordándonos lo imprevisible que es la naturaleza.
Un rayo de sol penetra en la masa de fumarolas. Finalmente, la niebla se disipa descubriendo el magnífico color turquesa del lago. Una inmensa piscina ácida en la que la temperatura llega a los 60 grados y su profundidad a 160 metros. Minutos más tarde, el lago está nuevamente recubierto por el gas cuya intensidad parece aumentar. La garganta nos quema, escuchamos a varias personas toser. Bruscamente, los altavoces nos ordenan bajar. “Daos prisa, esto es una alerta de evacuación!” Una veintena de turistas se apresura para llegar al parking lleno de humo. “El acceso al cráter a veces está totalmente prohibido, hemos tenido la suerte de poder verlo”, afirma Yui montando aprisa en su coche. En el caso de que el lugar esté cerrado los visitantes pueden visitar el museo del monte Aso (Aso-kazan Hakubutsukan, Aso. Abierto de 9h a 17h. 860 yenes, www.asomuse.jp). Situado a la entrada del parque, documenta muy bien la historia del volcán Aso y sus habitantes. “Se pueden hacer también bonitas excursiones en los flancos del monte Nakadake y Takadake”, añade Yui mostrando las imágenes de Sunasenri, un sorprendente desierto volcánico accesible a pie desde el parque.
La opción de un paseo a caballo a través de la verde meseta de Kusasenri, al pie del cráter, es igualmente posible si los gases lo permiten… Suefuji Yoshikazu, un nativo de Aso, de unos sesenta años de edad, relativiza: “En mi época no había un sistema de alerta y todo el mundo vivía con el gas. Fue a partir de una muerte atribuida a la inhalación de gas cuando las autoridades pusieron en marcha todas estas restricciones”. Criador de caballos desde hace 33 años, nos confiesa haber temido por su vida cuando el Nakadake explotó en plena noche algunos meses después del seísmo de Kumamoto del mes de abril de 2016. Esto no ocurría desde hace 35 años. “El lugar ha estado cerrado durante un año. Actualmente, las cosas se van retomando, pero lentamente”, dice, mostrando una hilera de caballos ociosos esperando a ser alquilados. Los caballos de Aso tienen una gran reputación en todo Japón, son conocidos con el nombre de Ban’ei, un cruce de caballos de tiro europeos. “Se trata de caballos Percherones y Bretones que fueron importados de Francia y Bélgica hasta Hokkaidô y utilizados en las célebres carreras de Ban’ei”, explica Suefuji Yoshikazu evocando estas carreras en las cuales los caballos deben arrastrar pesadas cargas durante varias centenas de metros. Estas competiciones hicieron furor después de la Segunda Guerra Mundial y son aún populares aunque ahora se utilizan otras razas más clásicas. Actualmente, la cría de estos caballos es extremadamente costosa constituyendo los ahorros de algunos criadores que los alquilan por tarifas más bien disuasorias: 8 000 yenes (70 euros) 25 minutos. “¡Comprar uno de estos ejemplares cuesta más de un millón de yenes!”, insiste este criador.