Escalando para observar el monte Fuji en una luz púrpura, nos envolvió progresivamente un zumbido, como si nos rodearan millares de mosquitos. Pero al llegar descubrimos 500 adolescentes, todas ataviadas con togas blancas (parecidas a los trajes de karate). Frente al sol, que comenzaba suavemente a apuntar por encima del horizonte, cantaban con pasión un sutra mientras movían sus manos con energía.
Había algo de surrealismo en este lugar, aparentemente lejos del resto del mundo, rodeados de cientos de niñas cantando, con nubes que se extendían hasta perderse de vista como un océano sin fin y el sol levantándose lentamente, casi como un actor mayor haciendo una paulatina aparición en el escenario.
Terminó por salir y sus rayos se extendieron sobre nosotros en amplias bandas, inundando todo de una luz dorada. Las adolescentes se dispersaron lentamente y nosotros nos encontramos solos Nicolas, Genga-san y yo, y después únicamente Nicolas y yo. Estábamos allí, aún un poco cansados por nuestra caminata de la víspera, pero reconfortados por el sol. Yo me sentía listo; listo para afrontar todos los contratiempos que me esperaban en Tokio y listo también para los momentos de felicidad, de risas y de ligereza; listo a abrazar todo y recordar, gracias a esta experiencia, que la vida es un regalo.
Benjamin Parks
Cómo llegar
Saliendo de la estación de Shinjuku en Tokio, coger el tren Azusa hasta Kofu y tomar la línea Chuo para después tomar la línea Minobu hasta Shimobe Onsen. De allí coger el bus hasta Shichimenzan-tozanguchi y un taxi hasta Hagomoro.