Nibutani, como otros grandes centros de la cultura ainu en Hokkaidô, tales como Shiraoi y Akan, no tienen casi nada que ver con los lugares descritos por los antropólogos del siglo pasado . No obstante, los vestigios de antaño, tangibles e intangibles, visibles e invisibles, permanecen aún. Los tatuajes y las largas barbas han desaparecido prácticamente y hoy en día la gente conduce todoterrenos, pero aún escalan las montañas para recoger plantas salvajes, cazar venados y a veces osos, siguiendo el puri ainu, la filosofía indígena que rige su vida cotidiana.
Originario de Biratori, Monbetsu es un cazador profesional de unos 30 años. Vestido con la piel del oso que él mismo ha despellejado y desmembrado, conduce su 4×4 por las brumosas montañas casi todos los días al alba para cazar venados. La casa prefabricada que comparte con su mujer y sus dos hijas está repleta de trofeos de caza. Las pieles y los huesos de ciervos y osos se han transformado en objetos cotidianos, como tapices y cuchillos, mientras que los cráneos y las cornamentas de venados decoran las paredes.
Según la religión animista ainu, el hombre no es superior al resto de seres vivos y cosas. Las plantas, los animales, los objetos y los fenómenos naturales son kamui, es decir, encarnaciones divinas. Antes de coger una planta salvaje o pescar una trucha, los hombres deben dar gracias al kamui por haberles provisto de comida. A Kaizawa Yukiko los habitantes de Nibutani le llaman Okâsan [Mamá]. Recorre con frecuencia las montañas para recoger plantas comestibles como el kitopiro, el puerro de los Ainus. Equipada con botas de montaña, de un cuchillo y de una campanilla para ahuyentar a los osos, Kaizawa extrae la corteza de los olmos para elaborar el llamado attush, una tela vegetal.
La casa prefabricada donde tiñe y teje las telas que cuelgan en su taller a la manera de un bosque primitivo, es también un lugar de reunión con su familia y amigos. Durante años, Yukiko ha enseñado el puri a Maya, su hija pequeña de 17 años. Ésta se siente orgullosa de ser ainu. Al contrario que la mayor parte de las generaciones precedentes, nunca ha conocido la discriminación ni las humillaciones ligadas a su “diferencia”. Muchos ainus de la generación anterior ocultaban sus antecedentes para “salir del armario” como ainus al llegar a los treinta o cuarenta años.
La madre de Maya es ainu mientras que su padre Kenji no lo es. Sekine Kenji hizo una parada en Nibutani, hace 20 años, en el trascurso de un periplo en bicicleta y nunca se marchó. Se casó con una mujer ainu y se implicó de tal manera en la comunidad que hoy su vida está dedicada a la revitalización de la lengua ainu, la cual está en riesgo de desaparición por la falta de hablantes nativos. Él mismo se formó de forma autodidacta y ahora enseña a los niños de la aldea. Presenta así mismo programas de radio educativos en lengua ainu. La recuperación de su idioma es una de las cuestiones primordiales para el pueblo ainu.
Los museos de Hokkaidô son quizás la mejor forma de conocer el pueblo y la cultura ainus. Nibutani acoge dos de los más importantes, que están dedicados a su historia. Uno de ellos ha sido fundado por el militante Kayano Shigeru, el primer ainu miembro de la Dieta de Japón. Shiraoi, al sur de Sapporo, y Akan, a dos horas de autobús de Kushiro, son los lugares turísticos más populares de los ainus. El turismo que se asienta en la cultura autóctona está en pleno auge desde los años 50.