Kumamoto, tierra de esperanza

En esta parte de Kumamoto, el espíritu de ayuda está muy presente siendo una fuente de esperanza. / Alissa Descotes-Toyosaki para Zoom Japón

“Finalmente conocimos a Masaki Takashi, que es quién encontró para nosotros este terreno”, dice. Poco a poco, los Yoshida se organizaron para vivir en este bosque, sobre un terreno de cuatro hectáreas, Detrás de la tienda de campaña principal, hay una corriente de agua que se atraviesa por un puente y que conduce a otra tienda para los invitados. “Esta fuente fue la razón por la que nos mudamos inmediatamente a este terreno” explica Kengo. Como cuarto de baño, instaló un grifo de bambú y un váter ecologico en una cabaña. No hay ni jabón, ni papel higiénico, ni ducha. “Innecesario, ya que tenemos el río en verano y las fuentes termales de agua caliente en invierno”, añade pragmático. En algunos meses espera poder mudarse a su nueva casa, una construcción atípica de paja, tierra y madera que él mismo ha concebido. “Aprendí mucho con el carpintero Abe Masahiro, pero sobre todo mi hijo al que se le da muy bien la carpintería y que trabaja ahora con Abe, ¡yo lo único que hago es divertirme!” Construida algunos metros más arriba, en tierra firme donde da el sol, su futura casa ofrece una vista despejada sobre el monte Aso. “Mi sueño era tener una casa con una vista panorámica sobre las montañas”, confiesa subiendo una escalera en el dormitorio, que ha conservado una forma en cúpula. “Desde allí, puedo vigilar si el volcán va a entrar en erupción”, dice medio bromeando. “Anteriormente, esta ruta del bosque llevaba al borde del cráter. Las personas que vivían en el área la tomaban con sus caballos y vacas, más tarde hicieron el tour para llegar a las aldeas del otro lado », dice Kengo que ya ha ahorrado para comprar un caballo. Actualmente, vive con unos 30 000 yenes (200 euros) al mes, fabricando tiendas de campaña, instrumentos de música y estufas cohete. “No necesito cultivar nada porque todo el mundo me trae arroz o verduras. A cambio yo les ayudo en el momento del trasplante.” Un poco más abajo, su hijo acaba de terminar de construir una casa piramidal de madera, muy art déco, con la ayuda de dos amigos. “¡La hemos construido en dos semanas!” dice Shien. Con su padre, está preparando un campamento de invierno para acoger a una veintena de jóvenes que se quedará durante un mes en este bosque ofreciendo sus productos. “Hasta ahora la gente vendía durante los festivales de música etc, pero nosotros necesitábamos crear un verdadero circuito de distribución. Quiero intentar crear un verdadero mercado. El trueque es la clave de la economía paralela.”, sostiene Kengo. Este rastafari, siempre a la búsqueda de nuevas experiencias, quiere inspirar a los jóvenes en materia de vida autosuficiente. “Nosotros mismos debemos crear un nuevo estilo de vida”, insiste. Un desafío que no disgusta a sus hijos y amigos habituados a las comodidades de la ciudad. “Desde que estoy aquí, me divierto mucho. Uno aprende a desenvolverse con lo que tiene, basta con ir a comprar aquello realmente necesario”, aclara Shien. Y exclama: “¡La vida sin nada es verdaderamente estimulante!”

Alissa Descotes-Toyosaki