Kumamoto, tierra de esperanza

Murakami Kôsuke empezó a trabajar en la agricultura del arroz con resultados sorprendentes./ Alissa Descotes-Toyosaki para Zoom Japón

La comunidad de Kawakami no es la única que se ha inspirado en antiguas tradiciones para crear una nueva forma de vida.
Al norte de la prefectura, el valle de Kikuchi, conocido por sus cascadas y sus bosques otoñales, ha acogido igualmente a numerosas personas en busca de nuevas experiencias de vida. “Bienvenido a la granja de la fermentación!” dice Murakami Kôsuke, abriendo la puerta de una coqueta casa de madera bajo cuyo techo secan espigas de trigo y motas de algodón. Este ingeniero de sonido y DJ de 37 años, conocido por el nombre de Jahmura, ha descubierto su pasión por un modo de vida ya desaparecido en Japón a consecuencia de la industrialización. “Hago todo a mano sin utilizar ninguna máquina”, dice orgullosamente, rociando suavemente las esporas de Aspergillus oryzae sobre el arroz para fabricar kôji, una de las bases de la alimentación japonesa. Su aire juvenil contrasta con su ascético estilo de vida. En la mesa, junto a la estufa, su joven esposa sirve la comida diaria: arroz integral, sopa de miso, verduras saladas y tofu. “Comemos únicamente lo que producimos, no hay ni pescado ni carne, lo que evidentemente ha supuesto un cambio respecto a mi vida anterior”, cuenta la joven, que se instaló aquí hace algunos meses desde su lejano pueblo de Kamasura, al sur de Tokio. Nacido en Kumamoto, Jahmura estaba muy lejos de Fukushima el 11 de marzo de 2011, pero el accidente nuclear fue el detonante de un profundo cambio. “Vi llegar a Kumamoto un montón de gente desde el este, un verdadero éxodo, estaba impresionado”, nos confía. Un mes después del accidente, llegó a Tokio donde pasó tres meses en prisión por posesión de marihuana. “Descubrí en la biblioteca de la prisión un libro sobre Buda. Decidí ayunar y cuando salí cambié de vida”, resume Jahmura. Alquiló una parcela en Kikuchi y se inició en con la agricultura bio, siguiendo los consejos de Masaki Takashi (ver pág 16-20), un guía espiritual en materia de vida autosuficiente. “Después de Fukushima, oí hablar de las propiedades de los alimentos a base de kôji para prevenir los efectos nocivos de la radioactividad. Comencé a cultivar soja para hacer miso orgánico y enviarlo a las zonas siniestradas por el accidente nuclear”. Su encuentro con un viejo agricultor de 85 años en Kikuchi fue decisivo. “A partir de ahí, me concentré en la agricultura del arroz”, explica Jahmura, guiándonos por el arrozal adornado con grandes fardos marrones en forma de sombrero. Un método natural de secado que se había perdido con la mecanización agrícola. “Él me ha enseñado una técnica tradicional de trasplante de arroz que se llama 100 plantas en una”, recuerda. “Esta técnica es simple: hay que separar las plantas de 30 a 45 cm. De esta manera las plantas crecen menos numerosas pero mucho más densas”. Al cabo de un año, con la fuerza de sus brazos, este agricultor de arroz obtuvo resultados espectaculares. “Conseguí una planta de arroz de 1,60 m de alto, o sea, ¡casi tres veces más de lo normal!”. Publicada en Facebook, la fotografía de Jahmura en medio de sus plantas gigantes ha sido compartida 1 500 veces. “La gente no podía creer que se pudieran obtener tales resultados sin abonos ni máquinas. Recibí más de 1 000 mensajes pidiéndome que les enseñara esta técnica”, dice Jahmura, que comenzó a ofrecer entrevistas y conferencias por todo el país. “Me di cuenta de que utilizando técnicas tradicionales precedentes a la mecanización de la agricultura, se obtienen resultados increíbles”, añade mostrando una parcela donde cultiva a la vez trigo y soja. “La tierra está enriquecida y produce diez veces mejor, a veces cincuenta veces mejor que con los métodos de la agricultura intensiva.” Su sueño es comprar siete hectáreas de tierra y vivir como un hyakushô de los tiempos de antaño haciéndose todo él mismo.