La reconstrucción de este emblemático monumento, se ha convertido en una prioridad.
Además de ser el orgullo de la región, el castillo de Kumamoto marca el pulso del espíritu de la ciudad e, incluso, de toda la prefectura que lleva su mismo nombre. Si el monumento aguanta, los habitantes de la ciudad encaran el futuro con optimismo. Sin embargo, si algo va mal, todos esperan con vehemencia que recupere su esplendor. No nos sorprende, por tanto, que gran parte de la población local quedara conmocionada por las destrucciones producidas a causa del violento seísmo de abril de 2016. El castillo no fue el único lugar afectado por la catástrofe, pero sus 8 000 m2 de muros destruidos se convirtieron en el símbolo de una región afligida.
Las sacudidas provocaron la muerte de decenas de personas, millares de heridos y dejaron en la calle a varias decenas de millares de habitantes. Alrededor de tres años después de la catástrofe muchas de ellas viven aún en refugios.
El castillo se erigió como el símbolo del terremoto cuyos daños superaron de lejos lo que produjo el seísmo de 1889, que provocó el derrumbamiento de 2 700 m2 de muro. Hay que remontarse a 1877, fecha en la que fue incendiado por las tropas hostiles a las reformas iniciadas por el emperador Meiji. El castillo tenía entonces más de 250 años de existencia. Construido originalmente en 1607, el elemento más original es la torre Uto Yaguara situada a la izquierda de la entrada. Este edificio, que se utilizaba para guardar las armas, afortunadamente sobrevivió al seísmo de abril de 2016. No es el caso del torreón (tenshukaku), que fue gravemente dañado, provocando una gran conmoción. Durante varios días, los medios de comunicación no dejaron de mostrar las imágenes de esta construcción que servía en otros tiempos como refugio de la familia Hosokawa. Incluso si no era la original, su construcción se remonta a 1960 y 1990, y constituía un verdadero símbolo para los locales.
La decisión de comenzar inmediatamente las obras de renovación para ponerla nuevamente en pie fue acogida por la población con alivio y como un ejemplo de la firme voluntad de volver a la normalidad lo más rápidamente posible. Se puede decir que produjo el mismo efecto en la población local que la puesta en marcha de los servicios de tranvía en Hiroshima días después de la bomba atómica en agosto de 1945, o cuando la compañía Sanriku Tetsudô reabrió parte de su línea de tren poco tiempo después del seísmo del 11 de marzo de 2011, que destruyó casi la totalidad de las infraestructuras. En un país donde ocurren numerosas catástrofes, estos símbolos son indispensables para evitar caer en la desesperación.
Los esfuerzos realizados han tenido sus frutos puesto que los andamios que rodeaban el edificio fueron retirados el pasado otoño. Se espera la conclusión de la restauración del torreón este año, fecha importante ya que Kumamoto será el centro de atención gracias a la Copa del mundo de rugby y al Mundial de balonmano femenino, que tendrán lugar respectivamente de septiembre a noviembre y de noviembre a diciembre próximos. Pero la obra está lejos de ser finalizada en cuanto a los muros exteriores se refiere. La separación de las piedras no se ha terminado y la rehabilitación, que se asemeja a un rompecabezas gigante, va a llevar todavía mucho tiempo. Pero a pesar de estas heridas, aún visibles, el símbolo de Kumamoto va recuperando su esplendor.
Odaira Namihei