“Estamos orgullosos de retomar un método de una antigüedad de 5 000 años”, recuerda Abe Isoko. “En otros tiempos, todo esto de aquí eran campos de castaños, pero los propietarios eran demasiado mayores y las tierras fueron progresivamente vinculadas a la producción de madera” dice, mostrando los bosques de cipreses bien alineados que cubren la montaña. “Después de que un proyecto de granja solidaria casi viera la luz en estas tierras, mi marido y yo decidimos comprarlas para regenerar el bosque original utilizando el método de la tala y quema.” Iniciado en 2015, el proyecto, que consistía en hacer cultivos en barbecho cada cuatro años, se ha convertido en una verdadera asociación que tiene la ambición de hacer renacer el bosque para las próximas siete generaciones. “Queremos crear aquí un entorno adecuado para nuestros hijos”, asegura ella.
Después de la recolecta, el grupo se dirige a la fantástica casa de madera construida por el que llaman respetuosamente “Daiku”, el carpintero. “Mi marido es un verdadero viajero, ¡la mayor parte del tiempo está en las obras!” explica la señora Abe. Sobre el follaje rojo y oro, cada cual saca su picnic y lo coloca en el centro del mantel: puré de castañas al tofu, verduras saladas tsuke con pimienta togarashi y pan de mijo. “Comer mijo, es un poco como volver a los tiempos de nuestros ancentros”, nota Seiroku. “La mayor parte de nosotros aspiramos a un modo de vida autosuficiente basado en un savoir-faire ancentral, como el mijo!”