Producido a base de agua y de arroz, el sake se adapta fácilmente a la hora de responder a las exigencias de la religión judía. Desde mediados de los años 2000, varias destilerías han adaptado sus reglas para producir sakes koscher, sobre todo con destino a los Estados Unidos. Entre ellas, Kikusui, en la provincia de Niigata, al noroeste de Tokio, ha visto sus ventas de sake koscher crecer un 20% cada año.