Un destino al que Yûbari querría escapar. De momento se las ha arreglado para conservar su estatus de ciudad, aún cuando en Japón es preciso contar como mínimo con 50 000 habitantes. Pero las autoridades no han querido darle el golpe de gracia, teniendo en cuenta que también fue la primera y única comunidad del país que se declaró en bancarrota en 2006. Un año que quedará marcado para sus habitantes como uno de los más negros. Estos tuvieron que pagar el precio de una política de desarrollo mal calculada y centrada en el turismo, pese a que la ciudad está situada al final de una pequeña vía férrea, por lo que nunca sería capaz de atraer a demasiados turistas. Y es que la misma Hokkaidô ya lleva retraso en el sector del turismo. El inmenso parque temático sobre las minas pronto se convirtió en un precipicio financiero que llevó a Yûbari a la ruina. Hoy no quedan más que algunos edificios vacíos que dan al conjunto un aire de ciudad fantasma.
Ningún barrio se escapa a esta impresión general de decadencia, incluído el centro, que está lleno de gatos callejeros que han ocupado las casas, incluso aquellas que apenas se tienen en pie. Ahí se encuentra el restaurante Nonkiya de Yasuda Yôko. A sus 74 años, esta mujer ha tomado el relevo de su madre, fallecida en 2012, y sirve ramen (fideos en caldo) a una clientela cada vez más escasa. “De todas formas, yo no puedo recibir más de 5 personas al mismo tiempo”, dice sonriendo. Yasuda Yôko vivió durante mucho tiempo en Saitama, al norte de Tokio, antes de volver a Yûbari para ocuparse de su madre y después del restaurante. Desea que Yûbari sobreviva, y cree que el joven alcalde Suzuki Naomichi (ver pp. 6-8), elegido en 2011 con 30 años por una población de edad mucho más elevada, está en condiciones de dar un impulso a la ciudad o, al menos, ayudar a que no desaparezca. Yasuda ya se ha beneficiado de la iniciativa del joven alcalde para crear una ciudad más compacta, que permite a los habitantes un acceso a los servicios públicos a una distancia razonable. Hay que decir que Yûbari se extiende sobre 763 km2, lo que la convierte en la mayor ciudad del archipiélago. La gestión de este espacio extenso es complicada y costosa. Para el alcalde, es indispensable la concentración de los servicios para ofrecer a sus habitantes una mayor calidad de vida.