Los japoneses dan gran importancia a los colores del otoño: como los de las hojas de los árboles que transforman los bosques en inmensos fuegos artificiales, o los de los arrozales, que en este periodo del año adquieren un tono amarillento, sinónimo de que la cosecha se aproxima. En los campos, por todos lados, hay una intensa actividad: el arroz está listo para ser recogido.
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