Lanzándose a la agricultura biológica, el productor de Ujitawara ha transformado el panorama del té.
Bajo el sol resplandeciente del mes de agosto, el verde profundo de los árboles de té contrasta con las mazorcas de arroz que ondulan ligeramente con el viento. En la aldea de Ujitawara, situada al sur de Kioto y próxima a la ciudad de Uji, los campos de té se alternan con los arrozales. En forma de ola, estos recubren las vertientes soleadas de las colinas que se extienden hasta perderse de vista.
Harima Yoshiyuki es productor de té verde. Enfrente de sus campos, relata sin parar anécdotas vividas con delegaciones extranjeras. Figura esencial de la cultura del té verde bio en la región, ya ha recibido, en su fábrica, encaramada sobre una colina próxima, a observadores de una treintena de países. Viaja a menudo al extranjero para asistir a conferencias sobre la agricultura bio. Este año fue invitado al Terra Madre Salone del Gusto, gran evento de renombre internacional consagrado al slowfood que tendrá lugar en Septiembre en Turín, Italia. “Por desgracia la salud de mi madre me impide asistir”, suspira este hombre de 68 años con aires de profesor de universidad.
Fundada en 1858, su empresa, Harimaen, produce todavía el té de la prestigiosa marca Uji-cha (té de Uji). Importada de China hacia el siglo IX, el consumo de esta bebida se establece a partir del siglo XIII en esta región cercana a la antigua capital imperial de Japón.
Las condiciones climáticas propias de esta región -suelos bien drenados, abundante lluvia y diferencia de temperatura entre el día y la noche- hacen de este rincón montañoso un lugar ideal para el cultivo del té. Apoyado por los aristócratas de Kioto, la preparación y la degustación de este polvo verde claro se convertirá en un arte y un elemento esencial de la cultura japonesa. Porque el té es mucho más que una simple bebida aromática; en las callejuelas de la ciudad de Uji se encuentran helados, toda clase de pasteles e incluso productos de belleza a base de matcha (té verde molido).
La iniciativa de Harima Yoshiyuki suscita un gran entusiasmo, estando asociada a otro motivo diferente de la historia y la reputación del Uji-cha. Las exportaciones de té verde registran una evolución ascendente desde hace algunos años. Estas han aumentado un 260% a lo largo del último decenio, mientras que el consumo doméstico está en caída libre. Las ventas en el extranjero representan una verdadera bomba de oxígeno para los productores. Varias campañas de promoción, iniciativas de intereses privados o colectivos públicos, han sido lanzadas de igual forma. Para ellos y el gobierno japonés es impensable dejar escapar este imprevisto maná. Pero para beneficiarse de este oro verde hay que estar dispuesto a cumplir ciertas condiciones.