Sea quién sea Ultraman no cabe duda de que es un personaje ineludible de la cultura contemporánea japonesa. Se podría explicar por los numerosos avatares a los cuales ha dado lugar, pero los Ultraman Seven, sucesores de Ultraman, y los Ultraman A, jamás han conseguido estar a la altura de la primera serie. Debemos quizás buscar la notalgia que se ha apoderado de los japoneses después de una quincena de años en el ámbito de los años 60. La crisis económica y social a la que han debido enfrentarse les incita a mirar este decenio con añoranza incluso si la vida en aquella época tampoco era demasiado fácil. A pesar de las dificultades, existía la esperanza de que vendrían días mejores así como un sentido de la solidaridad que es menos evidente en nuestros días. De alguna manera, Ultraman encarna todos esos elementos. Se comprende, por tanto, que 50 años después de su aparición el personaje ocupe aún un lugar tan relevante dentro del imaginario de los japoneses. Es suficiente evocar el tema para que se desencadenen profundas conversaciones, sobre todo entre los miembros de aquella generación, la cual está actualmente en proceso de jubilarse en un contexto mucho menos entusiasta. Los jóvenes son quizás menos sensibles a Ultraman, pero comparten con los mayores su deseo de un mundo mejor y sobre todo de un protector capaz de sacrificarse para protegerlos. Las catástrofes se suceden y Ultraman, ¡no estás ahí para impedirlas! El AIS también se echa de menos, los científicos ya no tienen la misma popularidad que antes. Seguramente la gente tendrá ganas de cantar: “Venido del país de la luz para asegurar la paz, he aquí nuestro Ultraman”.
Odaira Namihei