El amor filial puede conducir a ciertos excesos. Este conjunto arquitectónico es una buena muestra de ello.
Obsesionado con la idea de encontrar un regalo para el día de la madre, Kanemoto Kozo se preguntó si no debería construir un templo. Al morir esta en 1934, este próspero hombre de negocios originario de Osaka renuncia a su empleo, se deja crecer el pelo y se convierte en un sacerdote budista bajo el nombre de Kosanji Koso. Dos años más tarde fundará un templo en honor de su madre consagrando los treinta siguientes a su construcción. El fruto de este trabajo se encuentra en la minúscula isla de Ikuchijima, a dieciocho kilómetros de Onomichi.
En el siglo XV, esta parte del Mar Interior formaba parte del “Reino de los piratas” controlado por el temible clan Murakami que exigía el pago de un tributo a todos los navíos que atravesaran sus aguas. El laberinto de islas y aisladas bahías formaba un terreno ideal para la piratería.
Actualmente, el turismo es cada vez más popular en la región y es posible visitar el castillo de Murakami situado en la isla vecina de Innoshima. A pesar de su reducido tamaño y con una población de 11 000 habitantes, Innoshima guarda una sorprendente cantidad de arte y cultura. Su Bel Canto Hall alardea de ser una de las mejores salas de conciertos del país. Su Biennale Project reúne esculturas al aire libre diseminadas por la isla, constituyendo un gran museo de arte a cielo abierto. La artista Hirayama Ikuo (1930-2009), famosa por sus pinturas de la Ruta de la seda, nació aquí y tiene un museo dedicado a su obra.
Se puede llegar a Ikuchijima por barco desde Onomichi o Mihara. Aún así, es mucho más divertido ir por el Shimanami Kaido, la red de puentes que conecta la isla principal de Honshu a la de Shikoku. Esta carretera pasa por seis islas, entre ellas Ikuchijima y Innoshima, y la bordea una pista ciclable sobre sesenta kilómetros.
Desde la llegada a Ikuchijima, nos sumergimos en un mundo marcado por el “ritmo de la isla”. El tráfico disminuye y la vida se ralentiza. No es extraño, pues, que el escritor Donald Ritchie dijera que estas islas constituyen “los últimos vestigios del viejo Japón.” Para llegar a Kosanji, primero hay que tomar la dirección de Setoda, la ciudad principal de la isla, y el mayor centro de producción de los cítricos japoneses. Estos se encuentran por todas partes: bordeando las carreteras, en las faldas de las colinas y en los jardines decorativos. Hay incluso un parque dedicado a esta fruta: el Citrus Park Setoda. Se puede encontrar también el anseikan, una fruta del tamaño de un pomelo que, como el hassaku y el iyokan, solo existe en esta parte de Japón. El primer bocado nos revela una textura crujiente y un sabor agrio que más tarde se transforma en miel pura. Encontramos otros productos como los pasteles de hassaku, las confituras de mikan, la miel afrutada, las salsas y los siropes. El helado de limón local es una verdadera delicia.