En 2009 obtiene la etiqueta de agricultura biológica de la Unión Europea (UE) gracias al consejo de un amigo italiano que quería vender su té en Italia. Como “la reglamentación japonesa para obtener la etiqueta no era tan rigurosa como la europea en aquella época”, aceptó con gusto la propuesta. Se convierte, por tanto, en el primer agricultor bio japonés a ser reconocido por la UE. Gracias a esto, ha recibido numerosas visitas de observadores. “Hay muchos extranjeros, pero también productores japoneses curiosos de nuestro savoir-faire”, asegura sonriente.
No es difícil comprender la curiosidad de estos productores. Gracias a esta etiqueta, que muestra con orgullo en su página de internet, Harima Yoshiyuki ha conseguido atacar el mercado extranjero, sobre todo el europeo. Un cuarto de las 20 toneladas de té que produce se exportan al extranjero. La cultura bio se presenta como una solución para salir del impasse producido por la caída del consumo interno, a las normas relativas a los pesticidas y al envejecimiento de los productores, una situación ante la cual se encuentran numerosos agricultores locales. En efecto, la iniciativa de Harima Yoshiyuki no podía haber caído en mejor momento. Después de conquistar el mercado americano, principal importador de té verde japonés, la bebida comienza a seducir al viejo continente. Apreciada por sus efectos positivos para la salud, anti-edad y anti-estrés, el té verde nipón obtiene un gran éxito sobre todo en Francia. Los cafés parisinos sirven cada vez más bebidas a base de té verde. Con una prometedora evolución del consumo, incluso si ciertos productos derivados, como los pasteles de té, son todavía poco conocidos, todo indica que la apuesta de Harima Yoshiyuki tendrá un impacto incluso más fuerte. “Jamás imaginé que un día mi té sería exportado a Europa”, dice.
Sus recientes éxitos comerciales le han permitido comprar nuevos terrenos abandonados por otros productores por envejecimiento y por ausencia de un sucesor. Con sus 600 hectáreas de plantaciones, es decir el triple de lo que poseía antes de dar el salto a la cultura bio, aquel que consiguió convencer a su padre para embarcarse en una nueva aventura tiene más confianza que nunca en el camino que tomó hace 30 años.
Yagishita Yuta