Entrevista : Apuesta por la felicidad

¿Se ha marcado un objetivo preciso en los próximos años?
S. N. : Un año después de ser elegido, en 2012, me dije que la población de Yûbari descendería para pasar a 4 000 habitantes. Incluso si eso pasa, el hecho de hacer la vida de la gente más practica y mejorar su calidad de vida es algo muy positivo. Mi misión es hacer que más de la mitad de la gente que vive todavía en Yûbari estén felices de haberse quedado. Al principio, me decía que el trabajo de alcalde era conseguir que la población aumentara. En efecto, la población en Japón decrece, pero hay que cambiar esa forma de pensar. En el curso de otra elección, un alcalde dijo: “Voy a hacer que la población aumente.” El hecho de decir que va a aumentar la población revela que no es capaz de poner en marcha medidas políticas diferentes. Cuando se gestiona una empresa en la que las ventas disminuyen, se dice sin reflexionar mucho “las ventas van a aumentar”. Pero sin dar ninguna razón, nadie nos va a creer, ¿no es cierto ? Para mí, el trabajo de un político es crear un entorno en el que la gente sea feliz, incluso si las cifras no acompañan. Los tiempos son difíciles, y voy a intentar que la población aumente, claro está, pero mi objetivo real es otro.

¿Hay alguna cuestión que le parezca prioritaria en estos momentos?
S. N. : Lo más importante es la supervivencia de la ciudad, que no desaparezca. En fin, una ciudad no desaparece así como así. Japón no es más que un pequeño país insular comparado con el resto del mundo. Hay que tener en cuenta la “maximización” del país. Con una población a la baja hay que reflexionar sobre la cuestión de la durabilidad. Creo que es muy importante. Claro que podemos soñar, decir que la población va a aumentar, pero la realidad nos demuestra que la tendencia es justo la opuesta. Hay, por tanto, que conseguir que los ciudadanos vivan bien, incluso si hay cada vez menos habitantes. Reflexionar sobre cómo hacer feliz a la gente, crear las condiciones para una vida agradable… Esto es lo que no se puede descuidar.

¿Tiene proyectos de tipo cultural? ¿Es la cultura un elemento determinante que favorece la estabilidad de la población?
S. N. : Debido a la bancarrota, Yûbari ha sido la ciudad del país cuyo presupuesto cultural ha sufrido los mayores recortes. Como venía de Tokio, invité a artistas a venir a Yûbari y me dijeron: “Cuando queremos crear una obra de arte en Shibuya tienes a los vecinos encima, quejándose del ruido…En Yûbari, los vecinos te traen cosas para comer y te ofrecen su ayuda.” Los artistas estaban muy contentos, podían crear en una atmósfera agradable. En este sentido, hemos querido hacer de Yûbari un lugar de creación y expresión artística. Cuando corren malos tiempos el arte puede ser de gran ayuda para mantener los ánimos. Yûbari acoge cada año el único festival de cine fantástico del país. La vida de todos los días es difícil, pero una vez al año, con ocasión del festival de cine, se olvidan los problemas y se pueden ver varias centenas de películas que se proyectan desde por la mañana hasta la noche. Usted sabe que Angelina Jolie ha estado en Yûbari. Pues Quentin Tarantino también.

Para muchos japoneses, Yûbari es una ciudad de nostalgia. Reina una atmosfera muy de los años 1950-1960. ¿No es el momento de que la ciudad pase a otra época?
S. N. : Para mí, hay cosas que se tienen que preservar y otras no. Lo que tenemos que conservar es el concepto de “ichizan ikka”, “una montaña, una familia”. Esto hace referencia al lugar donde se va a buscar el carbón, la mina. Personas que no tenían lazos familiares trabajaban en esa mina y murieron a causa de un derribo, de una fuga de gas, o de un incendio en el interior… Pero charlando en torno a una copa se convertían en una verdadera familia: “Si me pasa algo, cuento contigo para ocuparte de mi familia.” Es así como ocurría. Por eso se dice “una montaña, una familia”. Esa es la cultura de Yûbari. En una gran ciudad no se conoce ni al vecino más cercano. Es porque la vida es fácil, práctica. Se puede vivir sin tener contacto con los demás. Pero aquí no es el caso, no se puede vivir sin ayudarse mutuamente. Por eso ahora mismo esta noción de “una montaña, una familia” es crucial.Pero hay cosas que tienen que cambiar, por ejemplo, el deseo de volver a la época en que la ciudad tenía 100 000 habitantes. Hay que reflexionar en primer lugar sobre cómo hacer feliz a la gente que se ha quedado. Para ello, hace falta que todo el mundo de un paso al frente, si no nada cambiará. Hay una noción de preservación y de cambio que hay que desarrollar simultáneamente. Es por eso que hablamos con la gente y les decimos: “¡Si amáis vuestra ciudad, tenéis que hacer esfuerzos!” La primera vez que oí la expresión “una montaña, una familia”, pensé que era exactamente eso. En cien años,
3 000 hombres perdieron la vida en las minas. Las mujeres se encontraban solas para criar a sus hijos. Era duro pero la gente se ayudaba.
La explotación minera de Yûbari se mantuvo hasta los 90, no hace tanto tiempo. La gente se ha ayudado, han compartido momentos difíciles y momentos de felicidad. Cuando la ciudad entró en bancarrota, encontramos juntos la forma de superar ese momento tan difícil. Ha habido dos grandes problemas: el fin de la explotación minera y la imposibilidad de hacer frente a los pagos. Los habitantes han conseguido ir más allá de estos dos problemas, así que no importa lo que el futuro nos depare, seremos capaces de seguir adelante.

Testimonio recogido por O. N.