Idolos : Las eternas Yuriko y Amina

Yuriko Tiger ha sabido triunfar en un sector dominado por las japonesas. / © Yuriko Tiger

Yuriko Tiger

¿De dónde viene tu nombre?
Yuriko Tiger: Yuriko se inspira de un personaje del videojuego «Bloody Roar». Siempre me ha encantado ese nombre. Tiger es una especie de juego de palabras basado en Taiga, un personaje de la serie Toradora. Me recuerda mi lado rebelde. Podemos decir que Yuriko apela a mi lado dulce y delicado y Tiger a mi determinación por triunfar en Japón.

¿Cómo viniste a Japón?
Y. T.: Quería convertirme en un icono pop en este país. Sabía que conseguir este sueño siendo extranjera sería casi imposible pero de todas maneras quise intentarlo. Quise hacerlo desde el momento en el que descubrí el manga y el anime con diez años. Mi padre me compraba un montón de cómics y videojuegos. Creo que jugué por primera vez a «Tekken» cuando tenía tres años. Después me apasioné por Sailor Moon [Ed. Norma] pero es con Inuyasha [Ed. Glénat] y el resto de las obras de Takahashi Rumiko, que leí cuando tenía ocho o nueve años, cuando me rendí definitivamente a la cultura otaku; comencé a dibujar manga. Más tarde, me aficioné a la música y a la moda japonesa a través de YouTube, internet y la revista mensual (hoy desaparecida) «Benkyo», la primera revista italiana que trataba en profundidad los diferentes aspectos de la cultura pop japonesa. También me fascinaba el cosplay pero pensaba que era algo exclusivo de Japón. Para mi sorpresa, a los trece años, vi cosplayers italianos en el Festival Lucca Comics. ¡Fue lo más maravilloso que había visto nunca! A partir de ahí empecé a hacerme mis primeros disfraces y a participar en concursos nacionales.

¿Cómo reaccionó tu familia?
Y. T.: Al principio no me tomaron en serio. Pero cambiaron de opinión cuando entré en el instituto y empecé a trabajar a tiempo parcial para pagarme un viaje a Japón. Creo que en ese momento comprendieron mi determinación y empezaron a apoyarme de forma activa.

Japón era realmente el país de las maravillas con el que siempre habías soñado.
Y. T.: ¡Estaba en el paraíso!; pero las cosas cambiaron cuando llegó el momento de firmar un contrato. Descubrí entonces un lado de la cultura japonesa que no conocía. La agencia que me había ayudado con el visado de trabajo me pidió que dejara el colegio porque a partir de ese momento mi trabajo pasaba a ser prioritario. Me pidieron también que me mudara del sitio donde vivía a otro mucho más caro. Además, tenía que pedir autorización cada vez que quería salir con mis amigos. Y por encima de todo, me prohibieron tener novio. La agencia intentó hacer de mí un ídolo gurabia, es decir, una modelo de bikinis. Mi primer trabajo fue para Playboy Japan, los responsables eran una panda de chovinistas extremamente ricos y maleducados que intentaron obligarme a posar desnuda. Una noche salimos de fiesta, perdí los papeles y tiré la mesa en respuesta a sus amenazas. Después del incidente quisieron castigarme. Dejé la agencia y comencé a trabajar con mi mánager actual que dejó su trabajo para dedicarse por entero a mi carrera.

¿Cómo conseguiste abrirte camino?
Y. T.: Fue un poco por casualidad. Estaba en Italia por un compromiso y cuando volví a Japón me entrevistaron en el aeropuerto de Narita para el programa de televisión «¿Por qué has venido a Japón?». En los 25 minutos de la emisión que me dedicaron, mostraron mi pequeño apartamento, incluida mi gran colección de cosplays. Los llevé a un “maid cafe” (cafés donde las camareras llevan uniformes de empleada doméstica). Finalmente, hablaron de mi trabajo en el World Cosplay Summit de Nagoya. En aquella época tenía cerca de 1.000 seguidores en Twitter. Después de la emisión del programa pasé a tener 10.000 (actualmente cuenta con 36.000). El año siguiente, 2015, fue verdaderamente el del despegue ya que la televisión me contrató como talento (personalidad que aparece en los programas), grabé mi primer single y finalmente fui reconocida como cosplayer profesional. Era algo muy importante para mí ya que las cosplayers extranjeras no son nunca remuneradas como tales.

¿Estás en contacto con el mundo otaku italiano?
Y. T. : Sí, todavía. El año pasado tuve que hacer una pausa en mi trabajo en Japón debido a un problema con el visado. Pasé varios meses en Italia, donde participé en una quincena de eventos otaku por todo el país.

Ya que hablamos de visado, ¿ha sido muy difícil obtener el tuyo?
Y. T.: Obtener un visado para este tipo de trabajo no fue complicado porque tuve la suerte de que me patrocinara una agencia. El problema, sin embargo, es que hay numerosas restricciones sobre el tipo de trabajo que se puede realmente hacer. Es la razón por la que la mayor parte de la gente que trabaja en este sector están casados con japoneses o son de origen japonés; ellos no necesitan visado. Supongo que soy la única talento extrajera que ha obtenido cierto nivel de celebridad en este país.

Descríbenos una semana típica de trabajo.
Y. T.: Como podéis imaginar, cada día es diferente pero siempre hay reuniones; no menos de 3 o 4 semanales para hablar de los compromisos que se aproximan. Los fines de semana los dedico a sesiones de fotos o vídeo, eventos de cosplay y otras cosas. Además, voy a Sendai, en el noreste del país, 3 o 4 veces al mes para trabajar en un nuevo proyecto de música con Samurai Apartment, un grupo que mezcla instrumentos tradicionales japoneses y música pop.

¿No echas de menos tener más tiempo libre?
Y. T.: ¡Para nada! Me encanta estar ocupada. En abril, por ejemplo, tuve toda una semana libre, pero al final encontré cosas que hacer. Si tengo demasiado tiempo libre me aburro, cuanto más trabajo, mejor.
Palabras recogidas por G. S.